Nuestro planeta se encuentra en una «encrucijada vital». Esto se ha evidenciado más claramente desde inicios del año 2020 con motivo de la pandemia provocada por el COVID-19. En el tiempo transcurrido hasta la actualidad, han ido surgiendo eventos de diferente índole que han demostrado la necesidad de llevar a cabo acciones concretas orientadas hacia una Paz real.
Según el Objetivo 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, son «necesarias sociedades pacíficas» porque, como llevamos observando a lo largo de la historia, «la violencia armada y la inseguridad tienen un efecto destructivo en el desarrollo de un país, que afecta al crecimiento económico y que suele provocar agravios persistentes entre las comunidades». En resumen, «la violencia, en todas sus formas, tiene un efecto generalizado en las sociedades. La violencia afecta a la salud, el desarrollo y el bienestar de los niños, así como a su capacidad para prosperar, y provoca traumas». Pero esto último también afecta a toda la sociedad en general, y no solo a las/os niñas/os.
Llevamos muchos años manifestando que queremos un mundo en Paz, pero, la realidad nos está demostrando que aún tenemos mucho trabajo por hacer. A día de hoy, los grandes discursos teóricos relacionados con la Paz son estériles si no van acompañados de acciones prácticas y reales. El contexto social en el que estamos inmersos desde el año 2020 hasta este momento muestran la necesidad de hacer algo al respecto.